dijous, 4 de juny del 2009

UN GOLFO EN EL GOLFO


( a ve que hace un tío de Cai en la Bretaña)

Este año hemos tenido la SUERTE de ser invitados a la semana del Golfo de Morbihan. Como podríamos resumirlo... ¿Cómo se puede resumir algo así? ¿Cómo vaciar con palabras esa estiba de imágenes, sensaciones, momentos infinitos... sin dejar ninguno en el olvido?

La semana de hecho son los últimos tres días (jueves, viernes y sábado). Quedan los días precedentes para el turismo y la navegación libre (pa quien se atreva) y el domingo para la gran partida. Y digo gran partida porque ver la marcha de mas de mil embarcaciones es un gran espectáculo en si.

Los primeros días los dejo a nuestra intimidad y recuerdos ya que no tienen ningún interés para este relato. De momentos, rincones y anécdotas casi llenaríamos un libro. Pero son nuestros. Ya entraron a formar parte de esos que quedan para siempre; esos que de viejecitos, cogidos de la mano al amor de la lumbre, permiten un brillo cómplice en la mirada. Entendedlo y perdonadnos.

Los siguientes días, maratonianos. La dependencia de las mareas obliga a ponerse las pilas a horas intempestivas (incluso a las cinco de la mañana) y regresar a veces a las seis, siete de la tarde. Mucho cansancio y muchas horas de navegación muy técnica. Es impresionante ver salir a los lugareños con fuerza seis y rachas de siete, a vela totalmente desplegada desde la playa entre mas de mil embarcaciones.

Pero paso a ordenar un poco las ideas para que poder explicarme mejor.

1- El lugar. El golfo de Morbihan es un pequeño mar en la costa de la Bretaña. Consta de multitud de islas, muchas de ellas habitadas. Esta sometido a unas impresionantes mareas de mas de seis metros que producen unas corrientes fortísimas contra las que es casi imposible luchar. El paisaje de una belleza salvaje. Verde, muy verde. Los árboles comienzan donde la marca de la marea termina. Casi una selva.

2- La organización. Con idea de hacer participes al mayor numero de municipios y por problemas de espacio, se divide la flota en flotillas. Desde las pequeñas embarcaciones de remo y vela (voile-aviron termino creado por el arquitecto naval Francois Vivier), pasando por las yolas, clásicos pequeños y grandes, motorizados, de trabajo, etc. Cada flotilla tiene un puerto base y un recorrido distinto cada DIA, coincidiendo el sábado en el regreso. Nuestra flotilla constaba de mas de 250 embarcaciones, de las cuales escasamente diez o doce llegaban a los 18 pies. La eslora mas común oscilaba entre los 4 y los 4,50 metros. Las había de todas formas y tamaños, abundando las de fondo plano. Cualquier embarcación era aceptada, demostrando que se valora el querré navegar por encima de cualquier otro condicionamiento. Se podía encontrar algún prao o canoas y otros artefactos interesantes. Incluso un doris aparejado con latina de tipo francés. Del resto de flotillas os haréis una idea viendo las fotos.

3- La gente. Variopinta predominando los franceses. Mucho ingles (por la cosa del canal). Los habitantes de la zona con ese carácter bretón divertido y jocoso. Muy amigos de gastar la broma y tomarte el pelo con una sonrisa. A la vez amables y serviciales. Gente tranquila, educada y correcta que hace rememorar tiempos pasados. La agradable sorpresa de nuestros amigos de Euskal Herria (a ellos les gusta llamarse así), y de un amigo de toda la vida al que no conocía (cosas de andaluces ¿verdad Antoñito?).

4- Los circuitos. Muy condicionados al flujo de las mareas. Las fortísimas corrientes que se producen con la entrada y salida del mar entre las islas hace que sea imposible llegar a donde quieres y cuando quieres. No apto para quien no conozca bien la zona, a no ser que lleve un buen guía.

5- La organización. Impecable. Huelga decir que en la Bretaña siempre lo hacen bien. La policía nacional nos rodeaba literalmente con lanchas rápidas. Sin molestar, casi sin parecer que estaban. Sabían detectar quien podía tener un problema y se acercaban a una distancia prudencial por si se pedía ayuda. No exagero si digo que podía haber cincuenta, o cien, o..... en fin, había las necesarias para que todo el mundo se sintiera seguro y arropado.

6- Los recibimientos. A cada lugar que amarraba una flotilla, una gran fiesta popular. A pesar de que no se dio comida gratis en todos los lugares, era una gozada sentarte en una mesa y compartir tu comida con los otros comensales que de forma reciproca te agasajaban con sus viandas mientras compartíamos anécdotas, bromas y cuestiones técnicas. Las comidas que planteo la organización, estupendas y abundantes. “Platos muy bretones” como la paella o la butifarra a la brasa nos acogieron recordándonos sabores patrios.

7- Las mareas. Ese eterno enemigo de la mente mediterránea. Nos sigue chocando pasear por un páramo por el que dos horas antes navegaba la Recouvrance. Pero es cuestión de acostumbrarse.
8- Las flotillas. Para eso mejor ver las fotos. Había tal cantidad, variedad y calidad que siempre se te escapan muchísimas para ver y fotografiar.

9- El alojamiento. Un camping que, si bien no es el mejor del mundo, si es verdad que hicieron un enorme esfuerzo para acogernos a todos (que eramos muchos). Bien comunicado y de servicios bastante aceptables. Le pierde un poco la inclinación del terreno (lógica por otra parte al estar a tocar del mar), pero le compensa la visión de la rada de Conleau desde cualquiera de sus parcelas. Por cierto, la Diosa Fortuna quiso que nos concedieran una plaza totalmente llana y enorme, de verde y mullido césped, reservada a caravanas.

Este esquema es breve y quizás mas propio de una mente matemática que de un sagaz reportero, pero espero que os ayude a entender un poco que fue aquello.

Las sensaciones, en cambio, son casi imposibles de describir. Nuestro refugio en el camping de Conleau donde reposábamos las fatigas del día. Los interminables tragos de sidra “demi sec” que algún conocido nos cambiaba furtivamente por tapitas de jamón de la tierra, las pipas fumadas sentado en la barca mirando al infinito. El aturdimiento que produce la visión de tanta belleza sobre el mar. La atención de mi Proela, pendiente de la maniobra como nunca la vi. Cientos de barcas caracoleando sobre si mismas, a velocidades trepidantes, con manos seguras y tranquilas a la caña, sorteandose unas a otras cual bandada de gaviotas atacando un banco de anchoas. Pericia envidiable de hombres curtidos que leen el mar y el viento. Horizontes de velas. Lluvia, sol, viento azotándote la cara. Mas sol y mas lluvia. Días largos, inacabables. El sol te despierta y el sol te acuna. Humedad, mosquitos y arañas. Cansancio, agotamiento a veces. Y mucha felicidad. Felicidad de niño que tras estar enfermo sale a la plaza a jugar de nuevo. Risas, sonrisas. Necesidad de reír, gritar y contarlo. Lagrimas que a veces se asoman a los ojos sin otro motivo que el recrearse en ese cuadro que se muestra ante nosotros. Buenos barcos y mejores tripulantes. El aire huele a mar, a cantos marineros, a brea y a pescado . A sudor de trabajo honrado. A herencia orgullosa de padres, abuelos y otras generaciones antes que estas. Orgullo de identidad. De sentirse lo que son. Gentes de mar. Buenas gentes de mar. Sin mas.

Para mi, además de un privilegio, ha sido un autentico orgullo poder pertenecer a ese grupo de escogidos. Os aseguro que volveré.

Xavi Cano (Orgulloso patrón de la embarcación NENA de Lateva).
Fotografies de l'autor.